terapia
Piensas que no puedes cambiar cuando, lo único que pasa, es que ves la vida con los mismos lentes de siempre.

Pero si hasta los virus más pequeños cambian para sobrevivir, ¿por qué tú no?

Lo que sucede es que, si piensas y mantienes las mismas creencias que te fueron enseñadas desde niño, interpretarás la realidad considerando esto mismo. La gran noticia es que las personas sí pueden cambiar, la mala noticia es que es complicado porque se requiere un gran esfuerzo.

A veces, consideras tus ideas como tu esencia, pero si lo piensas un poco, te darás cuenta que esas creencias no son tuyas, porque te las heredaron tus padres y con ellas te proteges; por ejemplo:

  • “Para que me quieran, debo portarme bien.”
  • “Debo ser fuerte siempre.”
  • “Él me ama pero no se ha dado cuenta.”
  • “Tengo que ayudar a los demás para que no se enojen y se vayan.”
  • “Debo tener todo lo que me propongo.”
  • “Las malas personas deben ser castigadas por lo que hacen.”
  • “Cada problema tiene una solución acertada y debo encontrarla, si no lo hago, me angustio”.

Esas creencias que tienes, en gran parte fueron inculcadas desde que eras
pequeño, y por lo mismo, podemos sustituirlas, cambiarlas o abandonarlas.

Ahora conocemos más sobre el cerebro, y sabemos que éste puede formar nuevas conexiones, es como los ríos que llevan al mar: hay enormes posibilidades de tomar nuevas rutas; nuevos senderos para llegar de un lugar a otro. Muchas veces, lo que nos detiene es que siempre vamos por el mismo camino, sólo por mera costumbre.

Te propongo probar y hacer cosas distintas; aceptar nuevas opiniones; conversar con quien crees que no tienes NADA en común; tomar terapia; comer nuevas cosas, caminar por otros lugares y, lo más importante: dale espacio a equivocarte, si no le das un espacio al error no permites el cambio.

Date la oportunidad de reescribirte y hacer tu propia versión.